Ampliada - Francisco Grandmontagne, Asociación literaria, escritor, generación del 98, periodista, literatura de inmigración

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HOMENAJE  A  FRANCISCO  GRANDMONTAGNE
Francisco Grandmontagne Otaegui nace en la noche del 30 de septiembre al 1 de octubre de 1866 en Barbadillo de los Herreros, provincia de Burgos.
Su padre Javier Grandmontagne nació en Banka, Benabarra, que con Laburdi y Zuberoa conforman Iparralde, el País Vasco norpirenaico.
Su madre Benita Otaegui era natural de Cegama, Guipúzcoa. Los abuelos paternos, Juan Bautista Grandmontagne, nacido en Epinal, departamento francés de Vosges, que se radicó en Iparralde después de la revolución de 1789 y Mariana Claverie de Hasparren, Laburdi. Los abuelos maternos, José Francisco Otaegui de Cegama y Mariana Ganzarain de Beasain, ambos guipuzcoanos.
El padre, herrero de profesión trabajó en las ferrerías de Oloron, Bearne y en las ubicadas en la zona del río Bidasoa. En 1866, con su esposa e hijos, fue a trabajar a Barbadillo de los Herreros, que como su nombre lo in­dica es zona férrica. Esa fue la razón que en ese pueblo de Burgos nacie­se Francisco. AI poco tiempo, la familia retornó al País Vasco, concretamente a Fuenterrabía (Ondarrabi en lengua vasca). Dirá Grandmontagne: «Desde los balcones de nuestra casa respiré el aire puro impregna­do de salitre que hasta allí envían con ímpetu fiero las encrespadas olas del Cantábrico». Huérfano de madre desde los 3 años, el padre vuelve a casarse, su educación estuvo a cargo del tío materno Claudio Otaegui, de quien dice Grandmontagne: «Fue mi maestro, casi mi padre y a él le debo la poquísima claridad que puede haber en en mi cerebro».
Claudio Otaegui fue quien despertó y alentó desde la infancia la vocación literaria que venía por los genes de los Otaegui. (Escritor y poeta euskaldún, había traducido al idioma vasco el Evangelio según San Marcos, el Cantar de los Cantares de Salomón, poesías de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de León. Era amigo y colaborador del lingüista y vascólogo, el príncipe Luis Luciano Bonaparte. Don Claudio era un profundo conocedor de las variantes zonales del dialecto guipuzcoano, poseedor de una de las bibliotecas más notables de Guipúzcoa –donde se nutrió Grandmontagne–, músico,organista y director de la banda municipal de Funnterrabía.
En 1874, con 8 años, Francisco, con la banda de música, acompaña a su tío a la cercana Behobie (en IparraIde), allí ofrecen una especie de «petit concierto» ante una típica casa vasca, cuyo morador desciende, al finalizar la música, para abrazar a Claudio Otaegui y acariciar al niño, aquel hom­bre era el gran escritor francés Víctor Hugo, un enamorado del País Vasco, sus paisajes, usos y costumbres.
Tres años después, a fines de 1877, con 11 años, asiste al primer concierto que brinda el poeta cantor José María Iparraguirre Balerdi, autor del in­mortal «Gernika'ko Arbola». Al regresar a Euskal Herria después de 19 años vividos en Argentina y Uruguay, escribe Grandmontagne: «Jamás se borrará de mi memoria la actitud de Iparraguirre en aquella noche. Al entonar la primera estrofa del "Gernika'ko Arbola" la emoción selló sus labios, dejó caer la guitarra y llevándose las manos a la cabeza, salió de su pecho de montañés, un prolongado sollozo». (Acotemos que años después costeó un busto del poeta, obra del escultor Rodin).
En su adolescencia cursa Grandmontagne estudios comerciales y sigue leyendo incansable literatura y filosofía. Fallecido su padre en circunstancias trágicas, como tantos jóvenes vascos en el siglo XIX, emigra a la Argentina. Es el 1886 y cuenta 20 años.
Dice Grandmontagne: «Llegamos los del pasaje subvencionado, llegamos porque fui uno de ellos el año 1886, del barco "Equator" en la rada a un vaporcito, del vaporcito a un lanchón de Gardella, del lanchón a un carro que se hundía en el légamo y al fin por las arcas de la Aduana vieja, heme pequeño y desvalido en la Plaza Victoria» (la hoy Plaza de Mayo) .
Como la mayoría de los vascos se va al campo, a tierras de la provincia de Buenos Aires. Allí será despachante y encargado de los números en una pul­pería, rodeado de gauchos pendencieros, mientras detrás del mostrador y la infaltable reja, lee a Kant, Niestzche y Scbopenhauer, su filósofo preferi­do. Dice: «Cuando partían los gauchos al barullo, sucedía la quietud, el silencio y la soledad». Inquieto, nervioso por temperamento, se dirige al entonces territorio nacional de La Pampa, donde será pastor de ovejas, junto a otro vasco, Francisco Zorroquieta, a los pocos años, dueño en La Pampa, de una estancia de más de 10.000 vacunos. Con Patxi Zorroquieta vive en un rancho que así describe: «dormíamos sobre los aparejos de los caballos, los bastos por almohada, la arena por colchón, los ponchos por cobertura. Cuando soplaba el viento pampero, el rancho crujía corno un pequeño bajel abandonado en un océano furibundo y todo sonaba con múltiples estriden­cias y vibrantes arrebatos de sinfonía wagneriana».
Hacia 1888, se radica en la ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la Nación, desde hace tan solo ocho años. Trae consigo varios cuadernos lle­nos de escritos, sus libros y la idea de dedicarse al periodismo. Por ese entonces, nuestro País vive un momento fácil y a la vez difícil para los que no saben especular. La deuda pública crece en forma alarmante y el gasto aumenta vertiginosamente. El déficit crónico presagia una catástrofe econó­mica y política. Es Presidente Juárez Celman y en algunos círculos empieza a hablarse de una revolución. Grandmontagne comienza a escribir primero en revistas de segundo orden, también lo hace en el periódico del Laurak Bat (1891), frecuenta varias tertulias literarias, entre ellas la semanal, en ca­sa de Ramón J. Cárcano, a la que asisten nombres como los de Paul Groussac, Leopoldo Lugones, Agustín Álvarez, Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde, Roberto Payro, García Merou, etc y suele reunirse con paisanos vascos como Juan Sebastián Jaca, Florencio Basaldua, Daniel Lizarralde, etc. Su fino olfato de periodista nato sigue los pasos de los protagonistas de la época: Mitro Roca, Pellegrini, Quintana, Estrada, Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen....
En 1889, el exembajador argentino en España,don Miguel Cané, el autor de «Juvenilia» escribe un artículo titulado «Tucumana» sobre el tema de la emigración y la sociedad argentina. Grandmontagne siente la necesidad de replicarlo y es que lo polémico en él es como el aire para los pulmones. La lectura de su réplica moverá a Cané a querer conocer a ese desconocido que firma F. Grandmontagne, lo que supone es un pseudónimo. Es más, lo visita en la vivienda del novel periodista, vivienda que así la describe el pro­pio Grandmontagne: «Un cuarto o cuchitril situado al fondo de un conventi­llo en la calle Rivadavia, frente al mercado y plaza Lorea» (en el hoy barrio del Congreso). A consecuencias de aquel encuentro, que Grandmontagne relata­rá años después con lujo de detalles, Cané le pronostica que «la literatura será su carrera definitiva». Al preguntar si quiere que le recomiende, contesta Grandmontagne: «Gracias don Miguel. Si valgo, ya me buscarán y si no valgo, será inútil que yo busque». Como reconoce Grandmontagne, Miguel Cané comentará favorablemente sus artículos iniciales ante directores de diarios y revistas.
El 26 de julio de 1890 estalla la anunciada Revolución que es vencida en lo militar, pero que provoca la renuncia del presidente Juárez Colman. Accede a la Casa de Gobierno el vicepresidente Carlos Pellegrini, en quien, desde el primer momento, Grandmontagne ve a un auténtico estadista. Por su parte, al Dr. Pellegrini no se le escapa el talento periodístico de Grandmontagne, incorporándolo pocos años después como colaborador de su órgano periodís­tico «El País».
En 1893, dos vascos, José Rufo de Uriarte y Francisco Grandmontagne, disími­les en muchos aspectos, pero unidos en lo fundamental: el amor al País Vasco, deciden cofundar una revista «La Vasconia», (después de octubre de 1901 pasará a llamarse «La Baskonia»), impresa en la imprenta de Uriarte. «La Vasconia» que ve la luz el 10 de octubre de 1893 y que con sus 1671 números publicados en su primera época, es el más importante archivo documental Vasco en Ar­gentina, durante los 50 años que van de 1893 a 1943. (Similar papel jugará «Euzko Deya» («La Voz de los Vascos») entre 1939 y 1979).
En «La Baskonia» escribe Grandmontagne infinidad de artículos, la mayoría utilizando el pseudónimo de «Luis de Jaizkíbel», nombre del monte que domi­na la ciudad de Fuenterrabía (hoy Ondarribia). Desde sus páginas, presentó a los lectores, a personajes vascos de la talla de Sabino de Arana Goiri, Miguel de Unamuno, Telesforo de Aranzadi, Ramiro de Maeztu, etc. Escribe la biografía de don Toribio de Ayerza, su esposa e hijos, en 1895, a quien al poco tiempo sería el afamado tenor a nivel mundial Florencio Constantino, que en 1900 decla­ra en Bilbao que «Grandmontagne era su mejor amigo». En 1897 realiza un histórico reportaje a Ángela Querejeta, la viuda de Iparraguirre, etc.
En la imprenta de «La Baskonia» se llevaba a cabo una tertulia, entre otros asistía un cuasi ignoto poeta nicaragüense, Rubén Darío (la primera edición de su, luego famoso libro de poemas modernistas «Los Raros», se impri­mió en los talleres de «La Baskonia») y fué Grandmontagne quien relacionó a Rúben Darío con Unamuno y recomendó al nicaragüense al diario  «La Nación»; por cierto que la primera colaboración literaria para «La Nación» de Rubén Darío, versó sobre un tema vasco: «La guitarra de Iparraguirre», (Igualmen­te recomendó a Unamuno y Maeztu a «La Nación» y a Azorín y Ortega y Gasset a «La Prensa»).
En 1896 aparece el primer libro de Grandmontagne «Teodoro Foronda», donde presenta en ficción novelada los sucesos más importantes de sus vivencias en el campo bonaerense y pampeano: el gaucho, el inmigrante, etc.
Le seguirá en 1898 un segundo libro «La Maldonada» en el que describe a la ya gran aldea que es la ciudad de Buenos Aires, la revolución de 1890 y sus consecuencias sociales. El escritor afamado y crítico literario, miembro de la Fundación, don Martín Alberto Noel, la califica de «aguafuerte de nuestras costumbres políticas». Hacia 1900, además de «La Vasconia», escribe en «La Nación», «El País», «El Tiempo», «Caras y Caretas», «Buenos Aires», «Nuevos Tiempos», etc.
En 1901 su tercer libro: «Vivos, tilingos y locos lindos», ensayos satíricos sobre la psicología de ciertos porteños. Dirá el académico Ricardo Sáenz-Hayes: «Grandmontagne diseca tres tipos de un medio social sin valores individuales, afligentes expresiones de la mediocridad». En enero de 1902, En la revista «La Lectura», de Madrid, Don Miguel de Unamuno, publica un magnífico y delicioso artículo en el que dice, refiriéndose a «Vivos, tilingos y locos lindos»: «Este es el libro moderno de más enjundia y más meollo que he recibido de América y uno de los libros de mayor contenido y de más fuerza que he leído, en español, en estos años… pero antes de terminar esta más que nota bibliográfica de Grandmontagne, quiero declarar aquí que si acaso se notara en ella cierto apasionamiento, no se extrañe nadie de ello, que al fin y al cabo no soy un marmolillo, ni entiendo esto de la crítica como función de grave magistrado inconmovible, y Grandmontagne me gana la afición, pues aborrezco como él la vivocracia y el tilinguismo… Y a propósito, antes de acabar, aunque he llamado “estudios” a los tres trabajos que ha reunido en un volumencito Grandmontagne, no por eso vaya a creerse que le tengo a éste por un sabio, no, no le hago tal ofensa. Porque a unos se les adula y a otros se les rebaja llamándoles sabios. Grandmontagne no se limita a saber: piensa, y lo que vale aún más, siente, ve y crea”.
El 26 de agosto de 1901, Miguel de Unamuno, con el que Grandmontagne mantiene activa correspondencia entre 1893 y 1907 (fue quien interesó al escritor y pensador bilbaíno en el estudio de escritores argentinos de valor, como Sarmiento, Alberdi y Hernández, enviándole sus obras por Navarro Lamarca), Miguel de Unamuno decíamos, pronuncia un discurso en los Juegos Florales de Bilbao, en el Teatro Arriaga, con definiciones lamentables so­bre el presente y el futuro del idioma vasco. Las repercusiones del mismo tendrán eco de inmediato en Buenos Aires. El Laurak Bat hace oír su enér­gica protesta, enviando un telegrama. Florencio de Basaldua escribe una ex­tensa réplica en el diario «La Prensa», etc.
El 10 de octubre de 1901, en el número 289 de «La Vasconia» aparece una breve nota anunciando la renuncia de Grandmontagne, que hace causa común con la posición de Unamuno. Deja así «La Vasconia», donde escribió «in extenso» durante ocho años exactamente.
Desde 1902 sus colaboraciones se intensifican en el diario «La Nación» y en «Caras y Caretas».

En la revista semanal del diario fundado por Barto­lomé Mitre aparece, en mayo de 1903, un magistral artículo sobre el tenor vasco Florencio Constantino, que por esos días comparte el cartel con En­rico Caruso en el Teatro de la Ópera de Buenos Aires, por entonces nuestro primer teatro lírico (El actual Teatro Colón fue inaugurado recién en 1908). A mediados de 1903 la filosa pluma de Grandmontagne es disputada por los ya dos colosos del periodismo argentino "La Nación" y "La Prensa".
En la puja saldrá victorioso el diario de la familia Paz y en el último cuatri­mestre de 1903, Grandmontagne se embarca hacia Europa con el nombramiento de corresponsal de "La Prensa" en el Estado Español, cargo que desempeñó durante 33 años hasta su fallecimiento en 1936.
Los artículos publicados en "La Prensa" en esas tres décadas, que he leído y clasificado, suman casi 700 y abarcan los más diversos temas políticos, económicos, sociales, filosóficos, artísticos, etc.
A las pocas semanas de su llegada a la Península, dicta unas conferencias en Donostia-San Sebastián y Bilbao, sobre temas económicos referidos al  intercambio comercial entre Argentina y España, poniendo al desnudo falen­cias, falsas retóricas, intereses, etc y lo hace al mejor estilo Grandmontagne "sin pelos en la lengua", manejando la polémica como un florete, mar­cando a los responsables que sangrarán profusamente en Madrid y Buenos Aires por las heridas recibidas, auténticas estocadas, verdades de a puño….
Envía por entonces una carta abierta al escritor y periodista alavés Ramiro de Maeztu, a un Maeztu muy distinto en ideas al que conocerá Bue­nos Aires como embajador hispano a partir de 1928....
El 10 de enero de 1905 se casa con Gerónima Echeverría, del matrimonio na­cerán dos hijos, Javier y María Teresa, que después del 36 vivieron durante muchos años en nuestro País, donde ambos fallecieron.
En colaboraciones aparecidas entre 1912 y 1913, entrevé la posibilidad de una guerra mundial que trágicamente se desarrollará entre 1914 y 1918. También, el posible ascenso, concretado en 1916, a la presidencia de nuestro País de un argentino, que al igual, que Grandmontagne es hijo de un vasco nacido en Iparralde: Hipólito Yrigoyen.
En 1917 aparece en Buenos Aires su cuarto libro: "Crónicas de Marianela", recopilación de artículos que ha escrito con el pseudónimo del personaje de Benito Pérez Galdós, llenos de malicia e ironía magistral, en la sección femenina de “La Prensa”. En 1919 fallece la esposa de Grandmontagne y realiza poco después un viaje a Buenos Aires. En 1920 comienza a colaborar en el recientemente creado periódico español “El Sol”, órgano republicano liberal, donde comparte columnas con Azorín, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala.
En 1921, el mundo literario madrileño le agasaja con una comida en el “Mesón del Segoviano”, en la calle Cava Baja, donde en su homenaje hablan Azorín y Pérez de Ayala. Antonio Machado le dedica unos versos. Se cumplían las palabras que Grandmontagne le dijera a Cané en 1889 en el cuartucho de Rivadavia: "Si valgo me buscarán". Ahora no solo le buscan, sino que le acosan, solicitándole ar­tículos para diarios y revistas y dictado de conferencias. Apenas le queda tiempo para escribir libros. Además de "La Prensa" y "El Sol" escribe para "El Pueblo Vasco" de San Sebastián, la bella capital de Guipúzcoa que elige para vivir, lejos del ruido, barullo y feria de vanidades que signan el mundo cultural madrileño.
En 1922, editado en Madrid, ve la luz otro libro: "Paisajes de España, Nava­rra y Galicia" , antología de artículos escritos para "La Prensa" de Buenos Aires, sobre sus viajes por esas tierras y sus gentes.
La guerra colonial en Marruecos, la deteriorada situación política en el Es­tado español, merecen su atención; advierte que algo grave ocurrirá y ocu­rre: el 23 de septiembre de 1923, se produce un golpe de estado incruento, cae el régimen parlamentario y accede al poder la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Es entonces cuando escribe en "El Sol" y "El Pueblo Vasco" un artículo que dará mucho que hablar.... Hay quienes, como Anto­nio Machado pretenden ver una adhesión del hombre de letras al nuevo orden político.... La polémica, donde Grandmontagne se siente como "pez en el agua”, estalla en los círculos y tertulias literarias. El gobierno pretende utili­zarlo y en San Sebastián, el hijo del dictador y futuro fundador de la Fa­lange Española, José Antonio Primo de Rivera, le ofrece, en nombre de su padre, el cargo de embajador de España en la Argentina. Dejo en el relato al académico de letras argentino Ricardo Sáenz-Hayes, que lo hace siguiendo la narración que le hiciera Grandmontagne en San Sebastián: "Expresé mi agradecimiento y mi negativa ¿Se da usted cuenta de lo que habría pasado de haber caído yo en esa debilidad? ¿Me ve Usted a mí, el expulpero martin-fierrista con uniforme de embajador, saliendo de la Casa de Gobierno? ¿Y después en el coche de ceremonias escoltado por los granaderos a ca­ballo? y luego, y aquí viene lo más serio, todo el personal de "La Prensa" estaría acodado en los balcones para celebrar mi figura de diplomático con una carcajada que resonaría en la Patagonia".
En realidad, Grandmontagne fue un embajador argentino y de primera, en el estado peninsular. En 1925, cuando los marinos de la fragata-escuela "Presidente Sarmiento" visiten el País Vasco y rindan un sentido homenaje al navegante vasco, nacido en Guetaria (Guipúzcoa) Juan Sebastián Elcano, el primero en dar la vuelta al mundo, la voz y el genio de Grandmontagne se alzará en un discurso pletórico de amor a la Nación Argentina y de reconocimiento a sus habitantes.
A nuestro País dedica un folleto que titula "Una gran potencia en esbozo" donde defiende, como dice Sáenz-Hayes, "nuestros intereses, nuestras institu­ciones , nuestra psicología y nuestra literatura". Con su acerada pluma in­sobornable y a la que repugna la adulación, entrevé el advenimiento de la República en el estado español que se concreta en abril de 1931, Republicano y liberal, como lo es, no participará en política partidista alguna. Es un escéptico a lo Schopenhauer, que sigue siendo su autor preferido, como lo son Quevedo y Unamuno en la literatura castellana, Goethe y Schiller en la alemana, Dante y Leopardi en la italiana, Shakespeare y Milton en la inglesa, Victor Hugo y Emile Zola en la francesa, Sarmiento y Hernández en la argentina. Tiene escritas muchas páginas de dos libros que no verán la luz… uno sobre los escritores aforísticos de La Bruyère a Nietzsche y otro sobre los pensadores pesimistas del jesuita Gracián a Schopenhauer. Para felicidad de la Cultura Vasca y especialmente de ésta en Argentina, en 1933 aparece en Madrid su postrer libro: "Los inmigrantes prósperos". Extracto un solo párrafo ilustrativo: "La razón que el vasco triunfe, por regla general en el campo de América, convirtiéndose en estanciero, se debe ante todo a que el aislamiento del caserío, en que forma su espíritu, le fortalece y abroquela ante la depresión que produce la soledad de las pampas, depresión que no puede soportar quien sale de grandes centros ur­banos. Estos se quedan en Buenos Aires entre las luces. Al vasco no le in­teresan estos relumbrones y sigue viaje al desierto, quiere tierra y vacas, no luces ni engañosos brillos de urbe. No entiende "la castilla" y contem­pla todo aquel barullo con indiferencia, como un oso en el sarao....
Por eso en la Argentina, donde se ha desenvuelto la ganadería, hay siempre un vasco, un baserri transformado en puestero o pastor con ganado propio. Después irá el inglés con la locomotora, pero la tierra, la estancia en for­mación está en las firmes manos del inmigrante euskaro.”El caserío es la mejor escuela formativa del futuro estanciero".
Sáenz-Hayes califica a Grandmontagne como "el más vascongado de los escri­tores que residieron en la Argentina".
Un año antes de su muerte, en 1935 reacciona "a lo Grandmontagne" ante un artículo publicado en un diario español donde se critican acerbamente ciertas prácticas políticas en Argentina y escribe: "¿Es que ustedes han vi­vido o viven mejor? ¿Tienen una historia impoluta sin crímenes ni vejáme­nes? ¿Y el nazismo, el fascismo, el comunismo son preciosidades?".
Martín Alberto Noel dice de Grandmontagne: "No fue un hombre de letras recluido en su torre de marfil. Lejos de ahí, hizo de la pluma un instrumen­to y también un arma para defender las causas que según su leal saber y entender debían ser defendidas".
En "Los Inmigrantes Prósperos" dice Grandmontagne: "¿Cuántas veces, mocete intrépido por aquellas soledades pampeanas, he sentido latir el orgullo ra­cial, revividas en mi espíritu las queridas cenizas de mi padre vasco-fran­cés y de mi madre guipuzcoana?".
En 1935 en el frontón Urumea de San Sebastián, el político español Calvo Sotelo, anunciaba con orgullo y audacia lo que vendría…. Eran las vísperas de la tragedia. Grandmontagne, físicamente un hombre pequeño y delgado, fue moralmente un coloso; el hombre que sabía reír de todo, hasta de sí mismo, no pudo ocultar la tristeza de las últimas horas crepusculares. En su piso de la calle Urbieta, cercano a la hermosa bahía donostiarra, quizás pensaba en los amigos argentinos que se fueron: Cané,Wilde, Pellegrini, Roldán, Payró, Álvarez, etc.
El 1 de junio de 1936 falleció con 69 años, en San Sebastián, la ciudad donde eligió vivir y quiso morir. Dejó de existir pero solo físicamente. Tan solo 47 días después, estallaba la guerra incivil....
Al día siguiente, los diarios argentinos dieron cuenta de su muerte y "La Prensa" le dedicó un extenso cuan enjundioso artículo necrológico. También se le recordó en el Laurak Bat, donde a fines del siglo pasado, fue socio activo, miembro de la Junta Consultiva (antecedente del actual Jurado de Honor) y conferencista.
El 26 de noviembre de 1899, dictó una formidable pieza oratoria “La Vasconia estoica”.
Nuestra Patria Argentina, que lo recibiera en 1886, recibió también generosamente, 50 años después, a sus hijos Javier, casado con Soledad Mujica y a María Teresa, esposa del médico donostiarra Dr. José Bago, de imborrable recuerdo para la emigración vasca del 36, por sus desinteresados servicios profesionales.
En 1990 apareció en Donostia-San Sebastián el muy interesante libro titu­lado "El vasco Francisco Grandmontagne. Sus cartas a Miguel de Unamuno".
Su autor, el notable investigador vasco, el sacerdote Juan Ignacio Tellechea Idígoras, se lamentaba que los vascos habían olvidado a Grandmontagne. Respetuosamente tenernos que señalar que, en lo que hace a los argentinos de estirpe vasca y a los vascos nativos residentes en Argentina, no se les ha olvidado. He aquí las pruebas:
El 20 de noviembre de 1953, el miembro del Instituto Americano de Estudios Vascos, Dr. José Antonio Oria, dictó una conferencia sobre Grandmontagne. En 1966, María Teresa Grandmontagne de Bago, hija del escritor, impulsó desde Buenos Aires, la aparición del libro "Páginas escogidas 1925-1930". Antología de su padre, prologado por el aca­démico Ricardo Sáenz-Hayes, editado en Madrid. Este mismo académico disertó el 23 de septiembre de 1966, en la biblioteca del Jockey Club de Buenos Aires, presentándolo el Dr. Mariano Drago, publicándose un folleto de la misma. En 1977, al incorporarse al Instituto Americano de Estudios Vascos el Dr. Martín Alberto Noel, su disertación versó sobre el tema Grandmontagne. Otro miembro del citado Instituto, el Dr. Enrique de Gandía, escri­bió un artículo sobre el escritor, en el Boletín número 165 del año 1991 del Instituto, amén de prologar el libro de Tellechea Idígoras.
Hace pocos años, por decisión expresa de su señora hija, tomada poco antes de su fallecimiento, los libros y papeles de Grandmontagne, que después de la guerra se hallaban en Buenos Aires, fueron enviados al País Vasco. En San Sebastián se procederá a su estudio y clasificación por un equipo interdisciplinario, encabezado por Tellechea Idígoras. Conozco en Buenos Aires a dos investigadores, los señores Cestona y Ares, empeñados seriamente en estudiar la obra de Grandmontagne. Reafirmando esta voluntad de recuerdo y permanencia del escritor y periodista, la Fundación Vasco Argentina Juan de Garay, le rinde hoy su sentirlo y público homenaje de reconocimiento respeto y admiración, como hombre de la Cultura en Argentina.
Finalizo este homenaje, con estos conceptos del académico argentino Sáenz-Hayes, en 1966 en el Jockey Club:
"Bien quisiera que Grandmontagne hubiera conservado intacto hasta el úl­timo momento la certidumbre que su nombre y su obra no envejecen ni se olvidan, en esta su querida tierra argentina, la de sus vascos civilizado­res y la de su gaucho Martín Fierro, por él considerado cual máximo ci­vilizador".
Señoras y señores: En Argentina, y este acto lo ratifica, no hemos olvidado a don Francisco Grandmontagne Otaegui.

Buenos Aires, 5 de Julio de 1995.
Miguel Ezquerro
Fundación Vasco-Argentina Juan de Garay


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